jueves, 7 de junio de 2012

Las Cuatro Sendas del Chamán



Las sociedades chamánicas basan el poder de su "medicina" en la energía de cuatro arquetipos universales: el guerrero, el sanador, el vidente y el maestro. Si el curandero de una tribu es capaz de sanar a los enfermos es porque ha destilado e integrado en su ser la sabiduría ancestral de estas cuatro imágenes mitológicas.

Hace unos años la antropóloga californiana Ángeles Arrien expuso este conocimiento en "Las Cuatro Sendas del Chamán" (Ed. Gaia), donde sugería que cada uno de nosotros puede recuperar el equilibrio interno y la armonía con el entorno a través del desarrollo de estos arquetipos.

Hoy son numerosos los psicoterapeutas, como Charles Tart, Stanislav Grof o Liz Greene, quienes han incorporado a sus terapias técnicas chamánicas para inducir estados alterados de conciencia que despiertan en el paciente su propio poder sanador. También Ángeles Arrien propone utilizar las herramientas de poder de las culturas aborígenes para recorrer con ellas las diferentes vías del chamán, e integrar así en nuestras vidas la energía curativa de sus mitos. El camino lleva primero a reconocer sin ambages los aspectos sombríos de cada arquetipo. Es decir, qué actitudes relacionadas con esta figura mitológica nos ponen en dificultades continuas reclamando de ese modo más luz y espacio en nuestras acciones cotidianas. Y es que, al descuidar los aspectos luminosos propios del guerrero, el vidente, el sanador o el maestro, abrimos sin darnos cuenta una puerta a la enfermedad, a la depresión, a la soledad o al autoabandono. Por el contrario, al desarrollarlos logramos salud, sabiduría y entusiasmo por la existencia. Cada uno de nosotros puede identificarse más con uno o dos de estos arquetipos. Pero lo idóneo es que integremos las cualidades positivas de los cuatro para alcanzar la totalidad de nuestra esencia como seres humanos. A través del guerrero obtenemos los recursos del poder, la comunicación y el liderazgo; mediante el sanador nos vemos capaces de prestar atención a lo que tiene corazón; el vidente nos ayuda a percibir y decir la verdad en todo momento sin sentimientos de culpa y, por último, el maestro nos enseña a desapegarnos, con sentido del humor, flexibilidad y objetividad, de situaciones, personas o cosas que nos hacen infelices.


EL GUERRERO: Coraje y Poder
El guerrero es un brujo, un explorador y aventurero, líder o protector que invoca la fuerza interior para estar presente ante cualquier dificultad y actuar como guía.

Cuando no se ha desarrollado acostumbra a llamar nuestra atención haciéndonos caer en discusiones, conflictos y actitudes rebeldes frente a representantes de la autoridad, padres, jefes, el director del banco, el conductor del autobús, etc. O utiliza sus dotes de mando de forma abusiva y en beneficio personal. En el polo opuesto puede inhibirse y, entonces, la persona prefiere ocultar sus talentos y actuar en la sombra para no asumir la responsabilidad, pero proyecta su necesidad de liderazgo en otros individuos a los que idealiza primero para luego, cuando no actúan como él espera, criticarles y competir con ellos. Estas actitudes negativas revelan una falta total de autoestima.

 Pasos para recorrer la senda del Guerrero
- Desarrollar la capacidad de honrar y respetar las propias habilidades así como las de los demás y las de todas las cosas creadas sin hacer comparaciones y desde diferentes perspectivas.

- Comunicarse de forma equilibrada: decir sinceramente lo que se piensa y hacer lo que se dice. Cumplir los acuerdos y palabras dadas. Y aprender a decir "" o "No" cuando sea apropiado para los propios fines.

- Demostrar responsabilidad por cada acto. Por lo que se hace o por lo que se deja de hacer. Y encarar la vida con un ritmo de disciplina constante y a la vez flexible.

- Alcanzar los tres tipos de poder universal. Los pasos anteriores llevan directamente a detentar el poder de la presencia, por el que la persona llega a mostrarse en cada instante con sus cuatro inteligencias (mental, emocional, espiritual y física) y emanar así un carisma que atrae a los demás; el poder de la comunicación que permite elegir de forma acertada las palabras, tono de voz, lenguaje no verbal, contenido y momento para expresarse; y el poder de la posición, que significa defender sin miedo una postura e informar a los demás del por qué lo hace y que actúa así por propia voluntad.

Actos de poder para dar luz al Guerrero Interior
Meditación. Quince minutos al día al aire libre o ante una ventana. De pie, con la cabeza erguida, brazo izquierdo caído y derecho sobre el pecho, ojos fijos en un punto, pies separados a la distancia de los hombros. Hay que concentrarse en la sensación de estar arraigados en la tierra y en que ello posibilita el valernos por nosotros mismos, así como establecer límites y movernos en la vida desde la autoestima y el respeto por nuestros propios recursos.

Instrumento musical. Tocar las maracas. Su sonido, que imita el de la lluvia, crea un estado alterado de conciencia idóneo para la purificación y sanación del alma.

Bailar. Este es el acto de poder que más desarrolla este arquetipo y por ello ha sido utilizado por todas las culturas aborígenes. Según el tipo de ritmo elegido –fluido, entrecortado, lírico, sereno, caótico– el danzante adquiere gracia, refinamiento, alegría, paz o una vía para dar rienda suelta a su creatividad.

Animales de poder. Conectar a diario con la naturaleza del águila o los pájaros dota al guerrero del valor necesario para enfrentar los desafíos que la vida le depara.


EL SANADOR: Gratitud y Corazón
El sanador abre sus brazos al amor y a la gratitud. También muestra aceptación de las habilidades propias o ajenas. Y siempre tiene palabras amables, de aliento y de reconocimiento para el talento, carácter o apariencia externa de los otros.

El modo en que este arquetipo reclama atención a través de aspectos sombríos es el descuido de la salud y bienestar personal. Cuando no escuchamos al sanador interno caemos en hábitos contrarios a la vitalidad, generalmente adicciones que abren la puerta a la enfermedad y el malestar.

El arquetipo del sanador es una estructura mítica universal, que experimentamos todos los seres humanos.  Entre las culturas indígenas el sanador representa el principio de prestar atención a lo que tiene corazón y sentido.

Tradicionalmente se reconoce que el poder del amor es la fuerza curativa más importante que disponemos los seres humanos. Por eso los sanadores eficaces, de cualquier cultura son los que abren sus brazos al amor, es decir, al reconocimiento, a la aceptación, a las cosas válidas y a la gratitud.  Como también tienen una pericia natural para practicar el arte del reconocimiento. Reconocen plenamente que los mayores rencores, sólo son amor no expresado.

Nuestro corazón físico trabaja pausadamente y lo hará hasta el momento de nuestra muerte. No se cansa porque cada latido incorpore una fase de descanso.  Por eso, cuando hablamos del corazón en un sentido mas amplio, la idea de un ocio vivificante siempre está presente. No olvidemos que situar el ocio y el descanso en el centro de nuestra vida es lo que nos permitirá mantenernos jóvenes.  Por lo tanto el ocio no es un privilegio sino una virtud. No es el privilegio de unos pocos que pueden permitirse tener tiempo, sino la virtud de todos los que están dispuestos a conceder tiempo a lo que lleva tiempo: dar a cada tarea el tiempo que necesita.

Existen cuatro adicciones básicas que engloban todas las demás:

Adicción a la intensidad. Fomenta hábitos destructivos para sustituir la sensación de aburrimiento por la de estar vivos.

Adicción a la perfección. Vuelve a las personas rígidas e intolerantes con los errores propios o ajenos.

Adicción a la necesidad de saber y controlar todo compulsivamente. Convierte al individuo en alguien desconfiado y arrogante.

Adicción a lo que no funciona. Se muestra en una tendencia a exagerar las experiencias negativas y aferrarse a ellas.

Pasos para recorrer la senda del Sanador
- Poner el corazón en los quehaceres cotidianos. Muchas culturas aborígenes creen que el corazón es el puente entre el Padre Cielo y la Madre Tierra. Estas tradiciones describen el corazón de cuatro compartimientos, como pleno, abierto, claro y fuerte. Por eso debemos comprobar su estado, preguntándonos: ¿ Tengo hoy el corazón pleno, abierto, claro y fuerte? o ¿a medias, cerrado, confuso y débil? Si no nos sentimos con fuerza es porque nos falta coraje para ser auténticos.

- Experimentar los seis tipos de amor universal. Para mantener sanos los cuatros compartimientos de nuestro corazón, debemos explorar y abrirnos a los distintos tipos de amor universal: amor entre compañeros y amantes; padres e hijos; colegas y amigos; amor profesional entre maestro y estudiante; terapeuta y cliente; a uno mismo y amor universal o espiritual. Todos estos tipos de amor son puertas que nos permiten acceder a la sanación. Una visión equilibrada de ello nos invita a un viaje hacia la totalidad que dura toda la vida.

- El principio de reciprocidad:  La sanación implica la capacidad de dar y recibir equilibradamente y la habilidad de conectar. Logrando este equilibrio, mantendremos una justa relación con la Naturaleza y por ende una justa relación con nuestra propia naturaleza.  De ésta forma sería mas fácil mantener nuestra salud y bienestar.

- Visión equilibrada. sentir estas formas de amor prepara a la persona para comprender que la sanación requiere actitudes como recordar lo que hemos olvidado sobre la conexión de las cosas vivientes y no vivientes; abrazar lo que más tememos; abrir lo que está cerrado y ablandar lo duro; experimentar lo divino; creatividad, pasión y amor; aprender a confiar en la vida y mantener un equilibrio entre el dar y el recibir.

Actos de poder para dar luz al Sanador Interior
Meditación. Dedicar entre cinco y diez minutos diarios a la técnica del "acunamiento". Tumbado y con las manos sobre el corazón, izquierda encima de la derecha, hay que reconocer los propios talentos, el amor que se ha dado o recibido y concentrarse en el propósito de desarrollar la autoestima.

La postura de la meditación tumbada es la mas curativa que el cuerpo puede asumir, pues la asocia con el descanso y con el bienestar que procede del dar y recibir amor.  Ponemos al cuerpo en su “canoa del espíritu”, se abre a su guía interna y recibe la sanación.  Muchas sociedades chamánicas creen que mientras estamos en nuestra "canoa espiritual", el gran Espíritu, los antepasados y los aliados ayudantes nos revelan lo que necesitamos en ese momento para nuestra guía y sanación.

En la práctica de la meditación tumbada, honramos este tiempo a lo sagrado y nos dedicamos a desarrollar el sanador interno.  Tumbados en el suelo, con los ojos abiertos y suavemente enfocados en un punto lejano.  Un brazo descansa en paralelo a nuestro cuerpo y el otro doblado por el codo, con el antebrazo perpendicular al suelo.  El antebrazo elevado nos impedirá dormir; si ello ocurre, el brazo te despertará al caer al suelo o sobre tu cuerpo.

En esta postura nos conectamos con la energía curativa, nutricia, amorosa y reconfortante que reside dentro nuestro y con la guía divina sanamos nuestras partes heridas. También desarrollamos la autoestima y cuidamos de nosotros mismos, en la misma forma que debemos cuidar a los demás.

En el trabajo de acunamiento se dedican entre cinco y diez minutos a honrar al gran ser que somos y a recordar la profunda interconexión que sustenta y vincula a todos los seres. Tumbados en el suelo, se coloca la mano derecha sobre el corazón y la izquierda sobre la derecha (las manos simbolizan la sanación). En esta postura se reconocen los puntos fuertes y talentosos, lo mejor de nuestro carácter, las contribuciones efectuadas, el amor dado y recibido; identifica las heridas, las historias personales vinculadas a algún suceso traumático, y se ofrece al cosmos para que la trasmute y poder olvídarse de ellas.

Instrumento musical. Tocar el tambor. Su sonido imita los latidos del corazón y facilita su purificación. También ayuda a entrar en un estado de conciencia favorable para buscar guía espiritual.

El trabajo del viaje y el tambor es una práctica chamánica, que nos permite acceder a la información que emana de nuestro  "Yo Sagrado" o "Divino". Gracias a la guía sonora del tambor (ritmo rápido, generalmente, entre cuatro y siete ciclos por segundo), se entra en un estado alterado de conciencia. Cuando nos embarcamos en un viaje de este tipo, nos abrimos a la posibilidad de apartar los obstáculos y todo aquello que nos impide dar y recibir amor.  Esta práctica se usa para desarrollar un corazón pleno, fuerte, abierto y claro.  También provoca el alineamiento entre la frecuencia de nuestras ondas cerebrales y los estímulos auditivos externos, y esta armonización puede reequilibrar el sistema nervioso central.

Bailar. Los indígenas danzaban puesto que el ritmo es el alma de la vida, porque todo el universo gira a su alrededor, por eso cuando perdemos el ritmo, perdemos la alegría y ahí es cuando tenemos problemas.  También porque facilita la aparición de imágenes de contenido ritualista y ceremonial.

Practicar los ocho principios sanadores universales. Llevar una dieta equilibrada; realizar ejercicio físico; reservar tiempo para divertirse, jugar y reír sin perder el sentido del humor; escuchar música; recitar cantos y contar historias que transmitan valores éticos; sentir amor y contacto físico con otras personas; desarrollo de intereses, aficiones y proyectos creativos; pasar tiempo en la naturaleza, la belleza y entornos sanadores; cultivar la fe y creer en lo sobrenatural. Son los más usados por la mayoría de las culturas, aseguran salud y bienestar. Cuando no atendemos plenamente a estos principios nos encontramos en el lado sombrío del arquetipo del sanador. Estudiemos estos ocho puntos y evaluemos en que casos descuidamos la salud. Siendo honestos con nosotros mismos equilibraremos nuestras energías y recuperaremos el sanador interno.

Hay que recordar que el amor es siempre uno de los más claros ejemplos, del doble instinto que nos hace que cada día profundicemos más dentro de nosotros mismos y, al mismo tiempo, emerger de nosotros mismos para realizarnos en el otro: muerte y re-creación.

Animales de poder. Los sanadores están vinculados en general a los cuadrúpedos, renos, ciervos, caballos, vacas… Pero, además, han de estar en íntima conexión con la naturaleza y los árboles. Por ejemplo, cada primavera, algunos pueblos aborígenes ofrecen sus cicatrices y heridas, físicas o del alma, a un árbol para que las sane. Y hacen la promesa de no volver a hablar de ellas.

Según la tradición chamánica, podemos visitar el mundo de arriba en el que encontramos lugares mágicos, maestros importantes y experiencias que nos elevan y expanden. También viajamos al submundo, en el que los aliados ayudantes y los animales de poder nos fortalecen para que podamos afrontar con coraje nuestros desafíos y el mundo intermedio, es lo que llamamos la realidad: el mundo externo de la salud, las finanzas, el trabajo, la creatividad y las relaciones.

Contar historias.  Las culturas indígenas reconocen que contar historias puede reformar la experiencia de un individuo, su historia personal.  Muchos chamanes y curanderos son narradores consumados. Se les suele llamar ”los que cambian de forma” pues, a veces, hasta incluso cambian su propio aspecto físico.

Cuando realizamos un viaje de estos, lleguemos al lugar que lleguemos, tengamos en cuenta que es el lugar exacto  que necesitamos para convertirnos en nuestros propios sanadores y maestros.  Si no ocurre nada durante el viaje es un momento de espera e integración; literalmente, es el momento de no hacer nada.


EL VIDENTE: Sinceridad y Libertad
El vidente es el que dice la verdad. Su vía nos invita a ser quienes somos continuamente, por lo que nos recuerda de mil modos el sueño que deseamos realizar en esta vida.

Cuando no le prestamos atención, su forma de reclamar luz y cuidados es sobre todo inventar un falso yo sólo para cubrir las expectativas ajenas. La persona abandona entonces su auténtico yo y suele hacerlo por tres motivos: por amor a otra persona; obtener la aprobación de alguien o mantener la paz que cree haber conseguido. Cae así en una trampa que en realidad le vuelve débil de corazón e incapaz de decir la verdad.

La otra artimaña sutil que este arquetipo utiliza es hacernos ver como ciertas las proyecciones de nuestros propios defectos o anhelos. Los espejos y cristales que lucen cosidos a los trajes de los chamanes en algunas ceremonias recuerdan este artificio de la mente por el que proyectamos en otras personas partes de nosotros que pueden ser positivas o desafiantes. Cualidades que nos gustaría tener y envidiamos pero desconfiamos poder alcanzar, o los defectos que más detestamos y tememos reconocer en nosotros mismos. Sólo cuando la proyección se cae y conseguimos ver a la persona tal y como es en realidad, podemos darnos cuenta de esas partes ocultas de nuestro ser y traerlas de nuevo a casa. Entonces suele despertarse en nosotros una compasión sanadora que nos permite colocarnos en el lugar del otro y enjuiciar la realidad con la objetividad del vidente.

Pasos para recorrer la senda del Vidente
- Desenmascarar las proyecciones: sólo así nos sentiremos libres para expresarnos tal y como somos, incluso para recuperar nuestros sueños infantiles y hacerlos realidad.

- Evitar la negación y la indulgencia: negamos a las personas y las situaciones cuando no somos capaces de aceptarlas como son. Y nos volvemos indulgentes cuando, llevados por el miedo, no enfrentamos los conflictos si ello significa alterar nuestra paz.

- Liberar la creatividad: cuando estamos en conexión con nuestra autenticidad y dejamos a un lado ideas preconcebidas sobre lo que está bien y lo que está mal, el campo de la creatividad ilimitada siempre está disponible para que hagamos uso de él.

- Decir la verdad: "hablar con la lengua del espíritu", como dicen algunos indios americanos, significa ser capaz de expresar lo que se siente sin culpabilidad.

- Lograr las cuatro formas universales de visión: intuición para entender las voces interiores; visión externa que analiza con objetividad la realidad; visión interna que proporciona información a través del sueño e imágenes en estado de trance, y la visión holística que nos aporta un conocimiento completo de cada situación.

Actos de poder para dar luz al Vidente Interior
Meditación. En movimiento. Caminar, correr, cocinar, nadar, incluso pasar la aspiradora, cualquier acción puede funcionar para obtener una solución creativa a los problemas. También la plegaria puede procurarnos la ayuda de otros seres o ayudarnos a recuperar nuestro propósito existencial.

Instrumento musical. Tocar las campanas. Utilizadas tradicionalmente para convocar a la gente a los templos, asociadas por tanto a la espiritualidad, nos recuerdan nuestros sueños y nos conectan con nuestro ser esencial.

Cantar. Cantar las canciones que nos hicieron felices en la infancia o recitar mantras con vibraciones que atraen la fuerza vital, como el "Om" budista, incluso entonar sonidos inarticulados, posibilita al vidente recordar su proyecto existencial.

Llevar un diario de sueños. Esto potencia la capacidad de tener premoniciones o resolver problemas de forma intuitiva.

Animales de poder. Serpientes, lagartijas, salamandras y, en general, los animales que se arrastran, pues la soledad y el silencio de los lugares desérticos donde habitan son muy propicios para despertar la visión interior.


EL MAESTRO: Claridad y Fe
El maestro enseña a confiar y comprender la necesidad del desapego y está abierto a cualquier resultado de sus acciones sin inquietarse ante un posible éxito o fracaso.

Su forma de reclamar la atención a través de los aspectos sombríos es manifestar pautas de censura y control que llevan a la persona a mantener comportamientos rígidos y juicios excesivamente subjetivos basados en el miedo y anclados en la falta de confianza. También se muestra mediante la confusión e ignorancia. Ambas son el lado oscuro de la claridad. Cuando estamos atrapados en ellas actuamos y opinamos bruscamente de manera inapropiada e inconscientes del contexto en el que lo hacemos.

Otra fórmula a través de la cual el maestro expresa su necesidad de desarrollo son los apegos exagerados. Al aferrarnos demasiado a situaciones, relaciones o cosas, tendemos a controlar más que a confiar y perdemos objetividad. La sabiduría consiste en adaptarse a cada circunstancia con ligereza.

Pasos para recorrer la senda del Maestro
- Practicar la confianza: aprender a sentirse cómodos en la incertidumbre y la ignorancia de qué ocurrirá en el futuro o mañana mismo. Con el fin de integrar esta enseñanza los maestros utilizan trampas para sorprender a sus discípulos en situaciones inesperadas que les despiertan de sus rutinas y les permiten ver sus apegos.

- No aferrarnos: hay que ser capaz de no engancharse en una situación conflictiva y mantener el sentido del humor. Cuando no nos vemos arrastrados y podemos mantener nuestra objetividad y capacidad de reírnos, demuestra que las cosas no nos importan tanto. Hay que recordar también que cualquier perdida, material o afectiva, nos hace más humildes y nos enseña algo más sobre la aceptación y el desapego.

- Celebrar rituales: hacer ceremonias presididas por una intención sagrada honra los cambios de la vida y ayuda, en momentos de transición, a liberarnos del apego o del sentimiento de pérdida; de paso facilita el que todo vuelva a encajar en su sitio.

Actos de poder para dar luz al Maestro Interior
Meditación. Sentados en la postura del loto, en una silla o de rodillas. Mantenerse así, con los ojos cerrados y las manos sobre las rodillas, quince minutos al día para acceder a la quietud y al silencio. Este tipo de meditación enseña a esperar, escuchar y observar los mensajes del maestro interior.

Instrumento musical. Tocar palos y huesos. Chasquearlos representa el compromiso de romper con pautas y actitudes dañinas, sean familiares o culturales.

Invocar los espíritus de los antepasados. Las tradiciones chamánicas creen que las almas de nuestros ancestros nos acompañan y que podemos solicitar su ayuda mediante la danza o el sonido del tambor.

Guardar silencio. Las experiencias transpersonales se presentan con más facilidad en momentos de silencio y soledad, y, a ser posible, en medio de la naturaleza.

Animales de poder. Las criaturas que viven en océanos y ríos son propias del maestro. No en vano el agua es venerada por los chamanes como agente de purificación y modelo de flexibilidad.